Nacionalisme(s)

A l'Estat Espanyol convivim en un tema/problema que sovint suscita i provoca enceses controvèrsies, interpretacions, postures diverses i sempre inacabades, això si. M'estic referint al nacionalisme, d'un i altre signe i d'una i altra banda ( no dic de l'Ebre perquè jo estic -físicament- precisament a la banda que sovint s'identifica des de l'oficialitat com a no nacionalista).
Pel seu especial interes que per a mi te el post, amb el que coincideixo amplament, encara que no fil parranda, tot seguit transcric literalment un article del catedràtic de ciències polítiques Ramón Cotarelo copiat del seu bloc Palinuro:

Con motivo de la formación del gobierno del señor Patxi López se ha oído en varias ocasiones, a veces incluso de boca del propio señor López, que en el País Vasco hay nacionalistas y "no nacionalistas". No lo dudo. No dudo de que hasta en el País Vasco haya gente que no sea nacionalista. Pero será una exigua minoría porque ese "no nacionalista" del señor López y, en general, de la opinión española es una forma de llamar al nacionalista español. De modo que lo correcto sería decir que en el País Vasco conviven (o no conviven y se llevan a matar) dos "sensibilidades", la nacionalista vasca y la nacionalista española; para entendernos, vasquistas y españolistas. No es infrecuente que en los antagonismos ideológicos del tipo que sea una parte se reconozca en su nombre y lo use con orgullo mientras que la otra reniega del suyo. Así, la izquierda suele hacer gala de su izquierdismo pero los de derecha sostienen que no son de derecha sino, todo lo más, de "centro". No siempre, claro es: hay gente de derecha que alardea de ello pero la inmensa mayoría trata de ocultar su convicción ideológica. Algo así pasa con el nacionalismo. En España los llamados "nacionalismos periféricos" (catalán, vasco y gallego) tienen a gala ser nacionalistas mientras que quienes se les oponen dicen no ser nacionalistas. Sin embargo defienden la nación española con uñas y dientes como si lo fueran.

Por no citar sino un ejemplo: en su primer tiempo de su primer mandato, siendo el señor Zapatero joven, inexperto y bastante ingenuo, en pleno debate de vestiduras desgarradas, honor ultrajado, dignidad pisoteada a cuenta de la nación española a la que se ofendía desde una ¡nación catalana! se le ocurrió decir que eso de la nación era algo "opinable" y casi se lo comen las huestes de don Pelayo, de fuera y de dentro de su partido. No ha vuelto a decirlo y, sin embargo, es de puro sentido común: las identificaciones colectivas sentimentales, como la patria, no son verdades apodícticas, evidentes desde el principio de los tiempos y a las que no quepa ignorar. Esa indignación calderoniana que mostró el señor Rajoy, poniendo el grito en el cielo, quería decir, por supuesto, que la nación española no es concepto relativizable sino, supongo, una esencia sub specie aeternitatis a la que no cabe relativizar so pena de cometer delito de lesa patria.

Completamente absurdo. Las naciones, las patrias son fenómenos contingentes e históricos que nacen, se trasforman y mueren, como todo. Pensar que la nación sea algo eterno, inmutable, incuestionable no sólo es una tontería sino que contradice los datos más elementales de la realidad y el sentido común.

No me remontaré a la famosa "unión de los españoles de ambos hemisferios" porque no me digan que eso fue hace mucho tiempo y que también en las Cortes de Cádiz se puso en circulación el concepto de liberal y ya se ve en qué se ha convertido, si bien esta sería una consideración que abonaría mi punto de vista. Hablaré de algo más cercano en el tiempo. En la España en que nací y me crié, los saharahuis eran españoles a todos los efectos políticos y jurídicos, gozaban de la triste condición de seudociudadanía de que gozaban los demás españoles y enviaban sus representantes a Cortes envueltos en sus chilabas, a hacer el ridículo delante del Caudillo también como los demás procuradores. Un buen día los marroquíes pusieron en escena la "gran marcha verde" y los saharauis dejaron de ser españoles de la noche a la mañana. No menciono el caso con ánimo acusatorio, ni defiendo que haya que ir al Sahara a liberar a esos "españoles" en cautiverio; lo traigo a colación solamente porque se vea que hay circunstancias en que se puede dejar de ser español, aunque al señor Rajoy le dé una alferecía. Y ese dejar de ser español, cuando es premeditado y voluntario se llama "nacionalismo vasco", por ejemplo. Obviamente, el tratar de impedirlo a toda cosa será el "nacionalismo español".

El nacionalismo español, como cualquier otro, el vasco o el gallego, es una actitud mental aberrante que supedita el juicio moral del individuo a los supuestos intereses de un ente problemático llamado "nación". Algunos dirán que es una definición radical y que hay nacionalismos que no son así. Respondo que el nacionalismo o es radical, esto es, busca la independencia, o no es nada; o es "sano regionalismo", como diría el señor Fraga, un chiste.

Ciertamente, la justificación y caracteres del nacionalismo será igual en un caso y en el otro: será el pasado, la tradición, el espíritu de los ancestros, lo que sea pero es seguro que habrá algo una de cuyas funciones sea mantener vivo ese espíritu nacional, como la vestales tenían la tarea de no dejar que se apagase el fuego sagrado. Por supuesto, esta conclusión sobre el origen del nacionalismo me parecerá siempre bastante pobre y carente de sentido, pero siempre me la he encontrado, incluso cuando está en juego el nacionalismo español. Lo mismo que sucede con los demás nacionalismos, pues ese es su ser.

El nacionalismo español es tan vigoroso y fuerte que impregna todo cuanto toca. Por ejemplo, no es infrecuente leer que el artículo 2 de la Constitución española fue una imposición procedente del exterior (y de más arriba) que los miembros de la Comisión Constitucional tuvieron que aceptar. Mi convicción es contraria a esta interpretación legendaria: el artículo 2 no se fraguó en el exterior y, si lo hizo, imperó indiscutido en aquella Comisión la mayoría de cuyos miembros era tan nacionalista española que no se le ocurría que se pudiera reaccionar en contra. Los lamentos vinieron después.

A su vez, los nacionalismos llamados "periféricos" son iguales que el español sólo que, al concebirse como lucha por la redención nacional, se dibujan como noble pretensión, combate y sacrificio y por eso alardean de su condición. Pero ésta es igual a la del nacionalismo español, tan triste y contingente como éste y tan vociferante en ocasiones como él. Digo esto porque, aunque el nacionalismo es una ideología radical que no tolera manifestación alguna que no sea ella misma o su directa negación, es decir, que no acepta que haya no nacionalistas de verdad, sin embargo estos existen. Palinuro es uno de ellos, pues considera el nacionalismo español (y, desde luego, la idea de la nación española) como algo tan problemático, equívoco y repudiable como los otros nacionalismos, siempre de acuerdo con nuestra definición de nacionalismo. Tan detestable es mentir, robar, matar en nombre de la nación española como de la vasca o la gallega.

La única diferencia real entre nacionalismos en España es que uno es el oficial y triunfante, el que tiene un Estado detrás que lo avala y los otros son meros proyectos, sin Estado propio y que, por lo tanto, aspiran a tenerlo, a separarse del nacionalismo español y establecerse como él, como un Estado territorial independiente. A estos efectos, el nacionalismo español es como la Iglesia triunfante mientras que los demás nacionalismos son Iglesias militantes.

El gobierno del señor Patxi López es un gobierno nacionalista español que tiene el apoyo del partido del señor Rajoy, quien considera que el concepto de nación española no es cuestionable ni relativizable.

La opinión pública española maneja esa quimera del "no nacionalismo español" de forma abrumadoramente mayoritaria, tanto que quienes sostenemos que el sedicente "no nacionalismo" español es en el fondo nacionalismo somos una minoría reducidísima y nuestra situación es muy desgraciada. Está claro que todos los nacionalistas periféricos sostienen este punto de vista, pero ello no es un consuelo para los españoles que también lo hacemos y, además, creemos que los nacionalismos no españoles son igualmente detestables.

El asunto está claro cuando se concreta en el derecho de autodeterminacion. Los no nacionalistas creemos que hay que reconocérselo a todos los que lo pidan. En teoría tendríamos que estar aquí acompañados por la izquierda que tradicionalmente ha defendido tal derecho de autodeterminación, pero eso ya no es cierto. El PSOE lo niega taxativamente e IU es ambigua al respecto pero, en definitiva, la actitud es también de "no". La izquierda se ha echado para atrás en el programa de la izquierda, así que me temo que españoles que defiendan el derecho de autodeterminación para los pueblos que habitan en España pero no se sientan españoles somos media docena y de lo que se trata, además, es de que no hablemos. Por supuesto, los nacionalistas periféricos están siempre encantados de que haya españoles que defiendan su derecho de autodeterminación pero son unos aliados desagradables ya que uno propugna el derecho de autodeterminación de los demás pero no tiene por qué estar de acuerdo con aquello a lo que aspiren pues el nacionalismo no español, repito, nos parece tan detestable como el español.

¿Por qué no es posible ser español, querer seguir siendo español pero defender el derecho de autodeterminación de los pueblos no españoles? Porque la opinión pública española, el Gobierno de España, los medios de comunicación son todos visceralmente españoles y no quieren ni oír hablar del asunto. Con lo cual, jamás se resolverá el contencioso entre nacionalismos ya que la única forma civilizada de hacerlo es poner la solución a votación, ver cuántos quieren quedarse y cuántos marcharse y actuar en consecuencia. Mientras no se demuestre que la nación española sólo está compuesta por gentes que quieren integrarla voluntariamente y no a la fuerza, no profesaré por ella el menor respeto.

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