Participacions preferents ( tot entre cometes )


Feia dies que volia escriure alguna cosa en relació a les participacions preferents en les que s'han vist atrapats   milers i milers de persones i families. He estat navegant per la xarxa per informar-me sobre el tema i he trobat l'escrit de l'economista Enrique Rato que més avall reprodueixo. Com sigui que coincideixo bàsicament amb els seus arguments, m'estalvio escriure'l; i no cal dir-ho, com a més a més, és millor del que jo podria fer, el reprodueixo:

Las participaciones preferentes (pp) se han convertido en la mayor estafa de la banca española en los últimos años, lo que ya es decir tratándose de unas entidades acostumbradas a campar por sus respetos entre una clientela poco conocedora de los mecanismos de ingeniería financiera y siempre atemorizada.

Definámoslas ante todo. Las participaciones preferentes son un intermedio entre la renta fija y la variable. Se trata de unas participaciones en el capital de un banco, similares a acciones, pero con unas condiciones muy desfavorables para el cliente:

  • No tienen una rentabilidad garantizada, sino que ésta usualmente va en función del Euribor (tipo de interés europeo), por lo que al bajar éste (caso actual) los rendimientos son ínfimos.
  • A menudo son perpetuas, por lo que el cliente, para deshacerse de ellas, debe acudir a un mercado especial.
  • No cotizan en bolsa, sino en dicho mercado especial, manejado por los mismos bancos, en el que puede ser que no encuentren comprador o lo encuentren por un importe muy inferior al que invirtieron en ellas.
  • No están cubiertas por el FGD (Fondo de Garantía de los Depósitos) por lo que, en caso de fallida del banco, el impositor lo pierde absolutamente todo.

Siendo esto así, es inmediato preguntarse por qué tantos incautos han suscrito participaciones de ese tipo. La razón no podía ser más que una: el banco emisor prometía unos rendimientos importantes (era frecuente el 6 %, aunque se han llegado a dar casos del 30 % y más).

Las pp eran introducidas siempre en el mercado minorista, es decir, se dirigían a pequeños clientes, ahorradores modestos, a quienes se atraía con el señuelo de la alta rentabilidad (las propias entidades finacieras profesionales eran demasiado versadas en el tema para caer en la trampa). A ello se añadía la promesa verbal del banco emisor (usualmente representado por el director de la propia agencia, ese “chico tan simpático”, pero obsesionado en captar pasivo al precio que fuera) de que “era fácil vender el producto en caso de necesidad”, lo que, como vemos, no es cierto.

Las participaciones preferentes funcionaron bien en el período de vacas gordas, pero la crisis vivida desde los años 2007-2008 ha hundido el mercado de estos valores, y hoy no existen compradores para ellos, pues el euríbor ha bajado a niveles del orden del 1 % y los infelices poseedores de estos productos se encuentran atrapados con unos activos apenas sin rentabilidad y difíciles de vender, como no sea con pérdidas del 30 % y aun más. Incluso en algunos casos se ha cerrado totalmente el mercado, que de todos modos era prácticamente inútil.

La deuda subordinada fue colocada a menudo a las personas (preferentemente jubilados) a quienes era fácil engañar (sí, decimos engañar) prometiendo gran rentabilidad, gran seguridad y fácil venta en caso necesario, y que se encuentran hoy con sus ahorros capturados en un infame “corralito”, con una “letra pequeña” en sus contratos que les ata de pies y manos.

Todo esto ha generado una auténtica revolución entre la gente modesta, que siente una vez más que la banca actúa como una auténtica depredadora, en una busca desesperada por captar fondos con que paliar los déficit en que ella misma había incurrido a través de sus adquisiciones de prime funds (o sea, lisa y llanamente, bonos basura). Pero haberse dirigido en este caso a la captación del dinero de ahorrador modesto e ignorante, que fiaba en la promesa verbal del director de su oficina bancaria, ha sido la maniobra más rastrera de todas las que ha perpetrado la banca en el último medio siglo. A tal punto ha llegado el escándalo, que hasta la CNMV (Comisión Nacional del Mercado de Valores, organismo que teóricamente controla la emisión de títulos de inversión) ha prometido tomar cartas en el asunto, promesa que sin duda no cumplirá ante la magnitud del descalabro.

El aluvión de protestas que el indecente proceder ha originado hace sentirse incómodos incluso a los mismos que fueron los agentes para la creación del escándalo. Hace poco, un directivo bancario tuvo la ingenuidad (o el cinismo) cinismo de decirme que “todos habían salido quebrantados: los ahorradores por perder sus fondos y los bancarios por tener que soportar las protestas”. Por lo visto la incomodidad que esto último origina es comparable o incluso superior a la intemperie en que se ha dejado a miles y miles de pequeños ahorradores.

En un alarde de imaginación bancaria, los bancos también sacaron productos similares, como la deuda subordinada (que viene a ser lo mismo, la Caixa ha sido especialista en este otro enjuague) o las cédulas hipotecarias (ídem, quizá con la ventaja de que éstas suelen no ser perpetuas, aunque sí a 10 años para recuperación, hecho que sin duda encanta a los jubilados).

Resumiendo: no vamos a decir nada nuevo criticando la avidez ladrona de la banca española, pero esta vez sí que se han pasado. Y es que de alguna forma hay que financiar los sueldos de sus ejecutivos (¿oyeron hablar de las jubilaciones millonarias que se preparaban los de la CAM?).

Enrique Rato Rosina ( Economista )


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